Piojos
1.
No
lleva mucho tiempo siendo mujer,
esa
niña parece
un
palito de canela.
Sí, la
del sari color mostaza
y
pulseras rojas de cristal,
sentada
en el bloque de concreto vertical
como en
un trono,
aunque
allí apenas cabe
un
gatito ovillado.
El
delgado pilar de madera
del
porche de Wayside Inn
se
levanta de espaldas
como
una suerte de respaldo exótico
que
parece encajar muy bien
en el
espacio entre sus omoplatos.
2.
No para
de hablar.
Lleva
todo el día farfullando
y
riéndose,
porque
esta mañana soltaron de la cárcel a su amante,
y el
buen inútil
ya está
con ella.
Miren a
ese sinvergüenza
—el que
está sentado en el suelo
con un
brazo alrededor de sus piernas.
En el
centro de su corte,
ella
gesticula de vez en cuando
con sus
manos como gorriones.
Él la
escucha embelesado, el tipo
con un
pie en el parachoques
y un
codo en el capó de un Fiat estacionado.
Los
tiene a todos hechizados;
pero en
ningún momento ha olvidado
que
tiene un trabajo entre las manos.
3.
La
cabeza piojosa de su amante,
apoyada
entre sus muslos,
se ha
vuelto un arpa entre sus manos.
Mientras
sus dedos de hada recorren su pelo,
generando
arpegios de piojos
y armonías
de liendres,
mientras
las pulseras tintinean suavemente sobre su cabeza,
cae
rendido y sueña
que
está escondido en una cueva musgosa
detrás
de una catarata llena de historias,
de arco
iris explosivos,
y oye
el ladrido distante de los perros de la policía.
Arun
Kolatkar
Kala
Ghoda / Poemas de Bombay
Traducción
y prólogo de David Puig
kriller71ediciones
No hay comentarios:
Publicar un comentario