CAMBIAR
EL PAISAJE
Para Ana Pérez Cañamares
Después
de la guerra
todos
queríamos cambiar de paisaje.
Yo le
pedí a los dioses de lo imposible
que el
norte se transformara en sur.
Mis
hermanas pidieron ser bosque
en
lugar de ser madres.
El
cementerio le pidió a la muerte
convertirse
en una humilde cafetería de barrio,
en un
libro de aventuras
o
en el sonido de la lluvia
golpeando
el cristal
en una
mañana de domingo.
Pero a
veces la vida se burla de nosotros
e intercambia
nuestros deseos
y,
mientras yo me transformo
en un
libro de aventuras,
mis
hermanas se convierten
en una
cafetería de barrio
y la
muerte, en la lluvia que nos mira
a
través de la ventana.
Y allí
convivimos todos.
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EN OTROS
MUNDOS
Deja un poco más de cuerda en tu cometa.
Alan Cohen
Mi
madre le daba de comer al humo
hojas
de hierbabuena y madera de bosque artúrico.
Humo a
cambio nos dejaba tocar su cuerpo insumiso y delicado.
Junto a
él nos elevábamos hacia mundos etéreos
donde
el tiempo y el miedo no existían.
Tampoco
el odio o el hambre
allí el
verbo sospechar estaba desterrado del diccionario
y la
muerte escribía manuales de supervivencia
para
los vivos que querían seguir siéndolo.
En
aquellos mundos,
la luna
era dueña de una parte de la noche,
el
resto pertenecía a los músicos,
poetas
y camareros.
Cuando
volvíamos a la tierra,
el
sabor de la guerra nos invadía de nuevo,
hasta
hacernos sus prisioneros.
Esta
noche
la
tempestad
no
encuentra escenario
donde
actuar.
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HIJAS
DE LA TORMENTA
Mis
hermanas tienen una voz húmeda
con
mucho bosque dentro.
La mía
es seca,
alberga
demasiados desiertos.
Cuando
al final del día nos reunimos,
creamos
un oasis
que nos
aísla del mundo.
Marta
Navarro
Hijas
de la tormenta
Los
libros del gato negro
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