LOS PÁJAROS al atardecer son un estado de la luz, que
desprecia y descansa tres veces por semana. Si así funciona, ya he caído del
lado del poema tipo, poema spam, poema de vuelo sentimental y raso. Aquí también
me amarga lo auténtico al fulgor del flexo. Nunca se sueña como la primera noche
de vacaciones. No se piensa si no es sobre ruedas.
Quiero
conjugar la primera persona que me da pie a decir, y prefiero morder el anzuelo
que me tiendo a diario y dejo pasar por ausencia de superficie longitudinal y
plana. Hoy tomé espacio en la espera de un semáforo, aunque claro que hay cosas
que importan, paisajes que se enfocan desde el palco y la perspectiva de los
textos.
Quiero
pensar que en el cerebro se ejercitan los dameros, las grageas, la trivialidad
de que lo relevante se apoya en paso inseguro. ¿Cuánto tiene una biografía de
relato (en peso), qué materia zurce las costuras?
Es seguro
que yo no, pero esta luz también en otra parte.
Azahara
Alonso
Gestar
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