vivir una
vez más, en otro sitio. la aventura de partir y llegar. cuando en los suburbios
solo quedan fábricas desmanteladas, escuelas sin niños que escriban las
pizarras y cines al aire libre vacíos, vuelvo al silencio del invierno. a la
música / en el goteo / del bosque.
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la
brecha que me abre dejaría de buscar el placer. me despediría del ruido, del
humo de los cargueros, de las figuras apáticas que mueven las cabezas en las
ventanas.
si los
perros dejaran de sacudirse y enmudeciera este chocar de aspas en los huesos,
quizá pudiera derivar la línea recta, el vuelo del pájaro, ver la última
vibración en los círculos concéntricos del agua y elevarme como un papel
quemado que escapa de la hoguera. aunque no sepa luego qué hacer con tanta luz.
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tengo los
dedos agotados de morir cada noche a los campos y nacer de nuevo en las espigas.
y no puedo renunciar a la tierra, al barro de los charcos, a la luz que me dice
y al silencio que me borra.
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en la
sintaxis del cielo, la tarde se mueve en los aviones que firman el azul. también en las viñas, olvidados ya los brotes del principio, redondea el vino
en las uvas. y aquel lagarto, pleno de tantos soles que huye nervioso cuando le
sobrevuela la sombra del mirlo. todo, hasta la hoja del limonero que cae, quizás
no sea más que un orden desandado.
Magdalena
Tirado
Los
días huérfanos
Amargord
Ediciones
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