LOS GALGOS
La tristeza
es vulgar si no es inmensa
y
esconde, muchas veces, un placer venenoso.
Miradme
si no a mí, los ojos fijos
sobre el
asfalto de la vuelta a casa,
porque
veo tan triste
el peso
de mis pies sobre mis pasos,
y tristeza
en la noche de repente.
Y miraos
a vosotros, siempre tristes
porque
los días vientan tan vacíos,
solo
porque los días se suceden.
Deberíamos
ser como los muertos
que no
son todavía y ya lo saben,
los que
cruzan la línea poco a poco,
lo que
el cáncer devora
con
mordiscos pequeños.
O
podríamos ser como los galgos,
que
perdonan humildes, superiores,
el lazo
de la horca
y las
púas del hambre.
Las
lagunas estigias de sus ojos
las
surca un fuego extraño, por alegre.
María
Martínez Bautista
Galgos
La
Bella Varsovia
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