BESAR EL CORAZÓN
DE UN CABALLO MUERTO
Y de mi piel que no quede nada
de estos nervios grafito nada la
sombra
los huesos saben que no son nada sin
piel y el nervio
no queda nada
de estas manos que no quede nada
por favor
todos los muertos y las muertas
no volver a tocar nada vivo
que no quede nada
del hilo para sacar la alma de un pozo
del martillo para poner en su sitio
los dedos
de la hueca de la montaña que se
muere entre los pechos de la ciudad
y no al revés
que no quede nada.
Tengo un dios chiquito con los ojos
cerrados
duerme tranquilo entre mis manos
No es un héroe ni es un gigante es un
dios chiquito
y de barro que duerme
con los ojos cerrados desnudo
entre mis manos.
No queda nada de este animal
toda la piel el mal el recuerdo de los
insectos
torcidos con chinchetas sobre el cuero
de un aeroplano
no queda nada
porque está dormido
temblando desnudo
es mi hijo y es mío hoy todos los
días hasta ayer
lo amo no te lo lleves no lo
sacrifiques
tus dioses no son mejores que los míos
son más grandes
pero son los mismos
no he dejado nada para él no es nadie
sólo un dios desnudo del tamaño de
una cajetilla de cigarros.
No es tuyo no es de nosotros
no queda nada de todo este amor
para él.
No mires no te lo lleves
no dejes que se lo lleven
duerme
es un cachorro
¿tienes miedo a todo el amor
que hemos puesto
como sacos de arroz
sobre sus ojos?
Carlos de la Cruz I.
La voluntad de los esclavos
La Penúltima editorial
No hay comentarios:
Publicar un comentario