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jueves, 27 de febrero de 2020

PRESENTACIÓN DE LA MADERA QUE ARDE DE MARIANO CALVO HAYA



"El infierno es un lugar sin pájaros"

Mariano Calvo Haya, Santander, 1961, comparte con nosotrxs libro nuevo, "La madera que arde", Eolas Ediciones. El viernes, 28 de febrero, a las 7 de la tarde, en Louise Michel Liburuak, Elcano Kalea, 27, Bilbo. Os esperamos.


miércoles, 26 de febrero de 2020

CUATRO POEMAS DE LA MADERA QUE ARDE DE MARIANO CALVO HAYA




El infierno es un lugar sin pájaros


El humilde gorrión pajarea entre las hojas del naranjo
mientras a su vera vaga un mosquitero entre mosquitos
a los que el tiempo y la experiencia aún no les advirtió
de que son, precisamente, el plato de la cena.
Una banda de estorninos se reúne en el cable
poco antes de pintar sobre el aire la más hermosa nube
que los siglos y los mortales jamás vieron; y en lo alto
merodea la sombra vigilante del milano negro,
alas extendidas que aprovechan la tregua de los cierzos.
Carboneros, reyezuelos, verderones, abubillas,
colirrojos, currucas, buitrones y zarceros
acompañan con ausencia la memoria del abuelo,
un viejo huyendo, casi adolescente, por el monte
en los tiempos azarosos de la guerra.
Un colorín le silba en el oído que el infierno entonces
no era otra cosa que un cielo pálido y sin ellos.



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Los ojos de las ballenas


La playa es larga como un desierto al lado del mar,
solitaria como el vocablo que nos nombra
cuando estamos lejos de todo silencio conocido.

Bajamos por las laderas de arena
hacia el límite de las olas que se agotan,
percibiendo solo el rumor de espuma que forma el agua.

Ellas están allí,
como enormes heraldos de otro mundo,
atentas unas veces a lo que queda de su vida
y otras al ataque sanguinario de las gaviotas cocineras.

A veces juegan
y se hunden en territorios vedados a los hombres.
Lejos de nuestra mirada.
Se diría que desafían, ásperas y orgullosas,
la insulsa pequeñez
con que pretendemos dominarlas.

Otras, nos advierten, desde el surtidor de sus pulmones,
de que hay todo un vertiginoso universo que nos separa.

Apenas nos atrevemos a romper la distancia.
Observamos desde lejos.
Pero son ellas, por fin, con su sonrisa de cabriolas
y sus ojos impenetrables, profundos como abismos,
las que se orillan por un rato
para contemplarnos, burlonas, a nosotros.



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La lluvia

Solamente suena el golpeteo de la lluvia en los charcos,
definiendo por unos segundos esos círculos concéntricos
tan etéreos como las consiguientes burbujas.
Mirar al cielo no es una opción en estos casos
porque no hay más que hinchadas barrigas de nube
y proyectiles de agua que atentan directamente
y con fervor de entomólogo contra los ojos.
Por tanto el caminante sorprendido, entre viento y agua,
observa solo la imperfecta conjunción de sus pasos,
doblada la cerviz y apresurada la marcha.
Si supiera adónde va, cuál es su camino,
todo sería más sencillo. Pero no hay refugio para la soledad
ni para el destierro cuando llueve pesadumbre
y el mar es un dolor inexplorado.
Al final puede más el mar, el tiempo,
el olvido, el silencio. La infranqueable renuncia
que anuda los despojos al paisaje.



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Paseo con perro

No me pregunten cómo, pero él sabe.
Sabe cuáles son los indicios que me mueven.
Durante unos instantes, en su mirada
se dibuja una señal de alerta,
una dulce interrogación de silencio,
que tenuemente se va difuminando,
mientras cobra rastros con la pericia cazadora
de quien prestó la atención debida
a la ciencia de sus abuelos.
Si me pongo una chaqueta ladea la cabeza,
si tomo una mochila su nariz
se sitúa al nivel de las baldosas,
si me calzo unas u otras botas
la cola se transforma en un banderín de mensajes,
como si las costumbres fueran signos
que cerraran en su entendimiento
mis posibles y livianas decisiones.
Él sabe, pero confirma lo que intuye
cuando se acerca dignamente
y olisquea la tierra adherida
en las suelas de mis zapatos.
Si la tierra hiede a rutina y desamparo
o a triste patria de hombres grises,
él se aleja con la misma malherida gravedad
con la que yo me marcho a mis asuntos.
Pero, ay, si él husmea la hierba fresca,
el torrente de la nieve o una nube en el calzado,
o, quizá, los restos olvidados de la última galerna,
entonces él ya sabe que es la hora y lo celebra,
saltos y gemidos que son risas y promesas.
Y nos vamos raudos, porque él sabe
que al otro lado de la puerta y para nosotros
hay aventuras, mares de hielo,
bosques oscuros e infinitas estepas.



Mariano Calvo Haya
La madera que arde

Eolas Ediciones


domingo, 9 de febrero de 2020

TRES POEMAS DE 13 ANTOLOXÍA DA POESÍA GALEGA PRÓXIMA




DE ECHAR EL MAR por los ojos,
que ocurra en una ciudad
donde la orientación desaparezca
y no existan los juegos de niña.
    Donde los verdes queden cerca
unos metros es suficiente
y las manos de maíz aprieten las ideas
(o las tetas)
    Donde tú seas búsqueda.
    Donde tú (me) habites.



Alicia Fernández



TE CUENTO:


La Luna es un aluminio de chatarra inútil
que alguien despreció,
porque no servía para agarrar edificios altos,

Tú,
mariposeas
con cara de mujer mayor que no tiene nombre,
piensas en como llegar a ser,
dejando de ser la que eres.

Esta luz-Luna hace que las sombras cobran más
                 vida de la que exige este filme.
Me da igual.

Sus sonrisas me molestan
y no Quiero jugar al balompié
mientras te ahogas en la hierba seca.

Hoy, Alguien predijo
al mediodía,
que tendría 7 hijos, todos bien vestiditos
pero yo no Quiero ser mamá,
Ya, no.



Andrea Nunes Brións


EN ESTE MES ingobernable no hay viento, no hay
un viento que se nos resista
pero volar
ya nunca volamos transformados como somos
en águilas de metal
no solamente quietas, sino pesadas y opacas
águilas que no emergen más que en sueños
en una duración infinita sin horizonte
que nos lleva por las calles, planeamos
los montes de esta ciudad con hambre

los caballos de Vigo, los vemos caer

Nos crecieron los árboles por dentro
como también empezó a alterarse la temperatura
mansamente en la dirección del hielo
que resbala y se precipita o se quiebra en este
mes prohibido
se rompe, destroza piedras de sal
salificada, en fiebre, en hielo, nuestra esfera de luz...

y nada a lo que poner nombre y nada a lo que poner nombre
y los pájaros


Oriana Méndez


13 ANTOLOXÍA DA POESÍA GALEGA PRÓXIMA
Edición de María Xesús Nogueira

Chan da Pólvora & papelesmínimos

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jueves, 6 de febrero de 2020

UN POEMA DE KEVIN CASTRO DE NORCOREA




A pesar de los intentos desesperados de la
ciencia nadie puede ser un personaje de sci-fi



te he visto
sobre un edificio rosa pastel
arrojando cosas que se quedan suspendidas a centímetros del suelo
tú no me has visto
eres también algo que me gustaría arrojar desde un edificio verde
mirar
cómo tu cuerpo se estrella contra el pavimento
bajar las escaleras
y curar tus heridas
jurarte que no
que no ha sido mi intención que esto tenga que dolerte tanto
te he visto sobre el siglo xxi arrojando cosas que se quedan suspendidas
a centímetros de algo que no sé qué es
pero que nace de la rabia seguramente
como todo
y todo es como decir: “gracias”
pero diciendo: “triste”
sin saber por qué realmente
debajo de todas las cosas del mundo
no sé cómo hacer para que estos lentes nuevos disparen rayos láser
en lugar de bloquear rayos ultravioleta



Kevin Castro
Norcorea

Ediciones Liliputienses


miércoles, 5 de febrero de 2020

LOS DÍAS DE LLUVIA POEMA A DOS DE FRANCISCA ALFONSO




Los días de lluvia
(poema a dos)



Los días de lluvia
me acuerdo de mis muertos

mis fríos y pobres muertos
imagino
el sonido cadencioso del agua
sobre los nichos
sobre las tumbas

los días de lluvia
nadie va a los cementerios
la humedad y el dolor
pesan como lápidas
sobre los huesos todos

y la soledad reina
entre miles de flores multicolores
made in China



Los días de lluvia
me acuerdo de mis vivos

mis ocupados y preocupados vivos

percibo
el incómodo acontecimiento del agua
sobre las obligaciones
sobre los calendarios

los días de lluvia
nadie baila en el jardín
las prisas y los contratiempos
pesan como hipotecas
sobre las agendas de todos

y la soledad reina
entre miles de mensajes de móviles
de última generación.


los días de lluvia
los seres queridos no nos olvidamos
los unos de los otros



Francisca Alonso
Informe de daños

Editorial Niebla


lunes, 3 de febrero de 2020

DESARRAIGO UN POEMA DE SILVIA CUEVAS-MORALES




DESARRAIGO



Un enorme peso que me fatiga,
una triste valla que me aísla,
un desierto que me asfixia,
un mar que me castiga.

Sonrisas de papel que ya no devuelvo,
recuerdos borrosos que me anulan,
pertenencias que ya me son ajenas,
amistades que ya desconozco.

Sueños insatisfechos,
fotografías que me acosan,
cartas polvorientas que me hunden,
planes truncados en el exilio.

Voces distantes que me susurran un pasado
que ahora siento tan lejos.
En círculos deambulo por avenidas
sin dar con el sosiego.

La noche más cruel aún
no me permite descansar mis huesos.
Aferrada a mi almohada,
intentando espantar el insomnio.

En búsqueda de esa calma
que tanto añoro, para volver a nacer
con pleno derecho a vivir,
en este país inédito.



Silvia Cuevas-Morales
Apátrida: Diario de un destierro

Lastura


domingo, 2 de febrero de 2020

CINCO POEMAS DE EL DESIERTO DE AGUA DE MIGUEL ÁNGEL GARA




¿Qué soy?
Alas blancas.
Imagino el aire y mi piel es ala.
Imagino el día y brilla la noche entre
largas paredes.
¿No es barco este aire?
¿No es piel este ala?
¿No es blanco el día que no puedo ver?



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Encerrado entre muros el mar es una línea.
El mar fue tan hermoso
como un cadáver que se abate en el silencio
un segundo tras la fiesta de la vida.
Ahora es sólo esto:
gotas, gotas, gotas que caen en la memoria.



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Hace tanto tiempo que anochece.
Ventanas negras.
Aguardo a que el día calle,
que la estrella se apague como un foco o un sueño.



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Lejos, lejos, lejos, días, días, días,
una ciudad de costa,
un faro eterno.
En los puertos escucho el hormigón,
lloro por lo que seré
y aguardo mientras fumo.



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Las cosas siempre sumergidas.
Siempre es domingo donde flotan
los restos de una fiesta.
El santo que llevaban a la isla
se hundió una tarde como un ataud.
Suenan lejos gaitas o maullidos del cielo
que estremecen de frío.



Miguel Ángel Gara
El desierto de agua

La Garúa Libros