El sonido del agua
dice lo que pienso.
Chuang Tzu, recogido por Alan Watts, citado
por T. S. Norio “De la Poesía”
Hace 130 millones de años, en el período
cretácico inferior del mesozoico, esta tierra se encontraba bajo un mar cálido,
con aguas tranquilas y poco profundas.
En el Memorial de Caen, a la salida
informan que durante esa guerra, la segunda grande del siglo del dolor, habían
muerto entre 55 y 60 millones de personas.
Si pusiéramos la vida de todas ellas una
detrás de la otra, y pudiéramos volver atrás, tan solo serían dos años y dos
meses de vida más para cada muerta, para cada muerto, y poder ver el mar caliente,
el agua tranquila y el fondo marino cercano del cretácico inferior.
En ese fondo vivían las toucasias. Al
morir sus conchas de carbonato cálcico quedaban en el fondo del mar, como los
huesitos que amontonaban los interahamwe hutu, los guardas nazis de los campos
de exterminio tras desmembrar los cadáveres de sus asesinados, los cuerpos sin
vida de los prisioneros republicanos de Badajoz, en la esquina de la plaza de
toros, bajo el sol de agosto de 1936.
De esta manera se formaron las llamadas
calizas de toucasia. Luego sobre ellas llegaron la arena y el barro desde las
orillas que ya no existen y alguien dijo que eso eran rocas sedimentarias, como
areniscas, como margas.
En aquel mar calido las partículas de
hierro disueltas en forma de sales comenzaron a circular por las grietas que se
producían en esos estratos y reaccionaron con el carbonato cálcico de la caliza.
Así llegó el primer mineral de hierro: el carbonato férrico o siderita. Un
hierro sumergido como las espadas de los cuentos, como los barcos hundidos por
los torpedos de la noche y el odio.
Hace 50 millones de años, un año por
cada muerto de la segunda guerra, el mar salió a la tierra, en lo alguien llamó
la primera fase de la orogenia alpina. Y así quedaron a la vista la montaña de
hierro de Plinio el viejo.
Con la lluvia y el viento el carbonato
de hierro se hizo óxido (hematites) e hidróxido (limonita), más ricos de metal que
la siderita que los había formado. El hierro bueno estaba cerca del suelo de la
montaña. Ahora solo había que buscar a las personas que lo sacaran. Hubo que
esperar millones de años.
Hace ciento sesenta años llegaron
hombres bien vestidos y bien alimentados. Cambiaron las leyes y con el hambre
trajeron a los hombres y a las mujeres, con sus niñas y sus niños, llenaron los
montes de agujeros y barracones. Alfred Nobel llegó para poner su fábrica de
dinamita y luego edificaron una iglesia para sus funerales y un hospital para los
heridos de las explosiones.
En menos de cien años vaciaron el hierro
de la montaña. Aquí las tarifas del puerto de donde salía el mineral para
Inglaterra, por donde llegaba el bacalao de los noruegos.
Feliz feroz 2020
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