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martes, 31 de diciembre de 2019

BITÁCORA DE FIN DE AÑO FELIZ FEROZ 2020




El sonido del agua
dice lo que pienso.

Chuang Tzu, recogido por Alan Watts, citado por T. S. Norio  “De la Poesía”


Hace 130 millones de años, en el período cretácico inferior del mesozoico, esta tierra se encontraba bajo un mar cálido, con aguas tranquilas y poco profundas.

En el Memorial de Caen, a la salida informan que durante esa guerra, la segunda grande del siglo del dolor, habían muerto entre 55 y 60 millones de personas.

Si pusiéramos la vida de todas ellas una detrás de la otra, y pudiéramos volver atrás, tan solo serían dos años y dos meses de vida más para cada muerta, para cada muerto, y poder ver el mar caliente, el agua tranquila y el fondo marino cercano del cretácico inferior.

En ese fondo vivían las toucasias. Al morir sus conchas de carbonato cálcico quedaban en el fondo del mar, como los huesitos que amontonaban los interahamwe hutu, los guardas nazis de los campos de exterminio tras desmembrar los cadáveres de sus asesinados, los cuerpos sin vida de los prisioneros republicanos de Badajoz, en la esquina de la plaza de toros, bajo el sol de agosto de 1936.

De esta manera se formaron las llamadas calizas de toucasia. Luego sobre ellas llegaron la arena y el barro desde las orillas que ya no existen y alguien dijo que eso eran rocas sedimentarias, como areniscas, como margas.

En aquel mar calido las partículas de hierro disueltas en forma de sales comenzaron a circular por las grietas que se producían en esos estratos y reaccionaron con el carbonato cálcico de la caliza. Así llegó el primer mineral de hierro: el carbonato férrico o siderita. Un hierro sumergido como las espadas de los cuentos, como los barcos hundidos por los torpedos de la noche y el odio.

Hace 50 millones de años, un año por cada muerto de la segunda guerra, el mar salió a la tierra, en lo alguien llamó la primera fase de la orogenia alpina. Y así quedaron a la vista la montaña de hierro de Plinio el viejo.

Con la lluvia y el viento el carbonato de hierro se hizo óxido (hematites) e hidróxido (limonita), más ricos de metal que la siderita que los había formado. El hierro bueno estaba cerca del suelo de la montaña. Ahora solo había que buscar a las personas que lo sacaran. Hubo que esperar millones de años.

Hace ciento sesenta años llegaron hombres bien vestidos y bien alimentados. Cambiaron las leyes y con el hambre trajeron a los hombres y a las mujeres, con sus niñas y sus niños, llenaron los montes de agujeros y barracones. Alfred Nobel llegó para poner su fábrica de dinamita y luego edificaron una iglesia para sus funerales y un hospital para los heridos de las explosiones.

En menos de cien años vaciaron el hierro de la montaña. Aquí las tarifas del puerto de donde salía el mineral para Inglaterra, por donde llegaba el bacalao de los noruegos.

Feliz feroz 2020


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