La tomo del
brazo
cuido que el
trayecto esté libre
de
obstáculos: un escalón, el marco de la puerta.
Ella golpea
con el talón, afirma
lo que veo,
ha aprendido a prescindir de sus ojos
confirma mis
dudas.
Soy la que
tropieza.
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Por qué la
silla dispuesta
por qué
salir, dejar la casa, dejar
la comodidad
del abrigo, el saberse
o quedarse
tranquilo entre paredes
como si ellas
retuvieran la pregunta
y allí fuera.
El libro en mis manos
un ojo de
tormenta.
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La casa
ordena
ruidos y puertas
que regulan
la intensidad
del espacio.
Jerarquías
que friccionan el absurdo
de una fuerza
horizontal.
Afuera, en la
intemperie
de cara al
jardín
los árboles
se yerguen por otra voluntad
y los pájaros
callan su canto
no por temor
escuchan el
silencio.
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No es un acto
mecánico
traspasar la
puerta.
Cada tarde elijo
la
intemperie; frío o calor,
las señales
del cuerpo son simples
de leer, la
libertad
una trampa de
referencia.
Raquel Cané
Cartas a H /
El aprendizaje
Ediciones
Liliputienses
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