UN LIBRO
ABIERTO
Mi madre
es un libro abierto.
A ella
esto le da miedo,
porque
sabe que los desconocidos
pueden
leerla como si fueran familia,
pero yo
siento que no hay nada más tierno
que leer
a mi madre
mientras
charlamos.
Cualquiera
podría mirarle a los ojos
y
empezar una novela.
Casi
puedes observar cómo se le amontonan
las
palabras tras la frente.
A veces,
parece que vaya a caerle
un
prólogo,
un
índice
cuando
sacude su pelo.
Cuando
está triste,
le
ruedan ilustraciones por las mejillas
y no
necesita explicarte cómo lo hace,
porque a
cada pestañeo pasa una página
y puedes
seguir leyendo.
Mi madre
es un libro abierto
y eso la
incomoda,
porque
sus pequeñas orejas a modo de pergamino
son un
reclamo para muchos.
A veces,
da vértigo dejarse llevar por su lectura.
Cuando
está asustada
le
asoman tímidas metáforas a cada pie de página,
pero si
está calmada,
si de
verdad está calmada,
podrás
leerla directamente,
observando
cómo le rebosan de historias nuevas las mejillas.
Y como
mi madre es un libro precioso,
es
difícil tener suficiente.
Y al
llegar al extremo de cada capítulo
coincidiréis
conmigo en que
no
importa lo bueno que vaya a ser el final:
nunca
quiero que se acabe.
María
Pämpanas
En el
borde del labio
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