TINTA
CHINA
En
ésta, la sala de mi casa, donde no hay mares ni olas, hay una costa
dura para el sueño. Aquí espulgo las horas que pasan. Bebo el
brebaje de la tarde y aniquilo de un solo golpe el tiempo. Pereza.
Modorra de tener que levantarme cada día con un lado flaco de
humildad y otro de miedo. Todo está en contra mía. Predestino un
minuto al canto y alguien me avisa que a estas alturas ya mustian las
sirenas. Hasta el pez brillante y disecado se disuelve en la más
filosa de las aguas. Mi piedra fundamental yace en el fondo de algún
río junto al banco de coral, la flor ártica y el moho renegrido,
puesto que todo se derrumba, se contrahace y se va a pique. Solo al
final, hermanable con mi sueño yazgo ente la hora luna y el sol de
siempre, heredando a los míos algo más que una vida para vivir: la
dura concha de fuego redomado que como muda de culebra quizá, quizá
no sobreviva.
Ana Ilce
Gómez
Poesía
reunida
Editorial
Pre-Textos
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