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jueves, 4 de octubre de 2018

EL BOSQUE LLENO DE FIERAS DE CARLOS SERRATO




    4. El bosque lleno de fieras

El bosque de la poesía está lleno de fieras. No hay posibilidad de supervivencia si no se conoce, si no se abraza el ser fiero. No el ser bárbaro, sino la intensidad enorme como manera de estar en el acontecimiento, la fiera poesía.

Quizá la poesía no sea otra cosa que la gota de aceite hirviendo con que Psique, incapaz de resistir al deseo de saber cómo es quien la ama a oscuras cada noche, quema el rostro de Eros, provocando así, en la inconsciencia, la huida del amor y la paz de lo oscuro.

El destello de la inteligencia lleva a la vida en vigilia y para recuperar el sueño solo queda pedir el perdón (que no será concedido) o afrontar el riesgo de elevarse por encima del ser mortal: parir con dolor los hijos del conocimiento, buscar el camino al Inframundo, engañar a Cerbero, pagar el precio de Caronte, atreverse a mirar de frente el dios de las sombras y los fuegos del núcleo candente. Bajo la piedra lo líquido prende en llamas. No medir las propias fuerzas, perder en la batalla, dormir en el olvido del mundo.

Solo la fuerza de amor, el beso de Eros retornado, da luz nueva al conocimiento. Psique renace, pero no es una repetición de sí misma, no de quien era antes de los trabajos y los días en lo oscuro, sino un retorno desde otro lugar y ya no mira con los mismos ojos.

Quizá todo eso pueda ser la historia secreta de la poesía fiera, que devora cuanto la rodea y luego descansa y mira el mundo sin el ansia del estómago vacío. Se duerme plácida y solo el hueco, el vacío de nuevo en las entrañas la empuja a recorrer la selva en busca de alimento. Solo cuando lo encuentre, lo cace en la carretera, lo devore crudo, beba la sangre del animal, podrá descansar mirando el mundo que se extiende más allá de la rama retorcida de las zarzas y beberá el agua clara de los arroyos que nutren las raíces de todo lo vivo.

La poesía no será, tal como yo la entiendo, un dulce vino recibido entre las manos del poeta hecho copa. Ni siquiera el vino amargo del cante que a borbotones asfixia derramado sobre labios resecos. La poesía ha sido eso mismo y si, himno gigante... (infame Bécquer), pero ahora no puede definirse por lo que ha sido, sino por lo que es en estos tiempos de fragmento, de razones técnicas, de dioses como Destinos Financieros, eficacia probada y fin de la historia. Ahora no.

La poesía ya no tiene sentido, si acaso la dejan producir sentidos. Y la miran, bajo sospecha de oscuro camino a la nada, con desprecio.


Carlos Serrato
Fulgor y fiebre seguido de La fiera poesía

Colección Once
Amargord Ediciones

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