Y
ENTONCES PIENSO
Yo sólo
soy un dentista de fachada
que
extrae un diente ennegrecido a medianoche.
Mastiqué
muchas verdades amargas, doctor,
dice mi
paciente después de escupir sangre
todavía
encorvado, con el pelo gris
y
oliendo a carroña, justo como yo.
Por
supuesto, puede que yo sea el único aquí,
y que
esto sea un truco de espejos que estoy representando.
Incluso
el puñado de billetes pequeños y arrugados
que deja
al salir, no me lo creo.
Puede
que los separe con un par de pinzas húmedas
y los
cuente, y luego puede que no.
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CEMENTERIO
DE AUTOMÓVILES
Aquí es
donde todas nuestras escapadas terminaron:
nuestros
padres al volante, nuestras madres
con
cestas de picnic en las rodillas
mientras
nosotros nos sentábamos detrás
con las
bocas abiertas.
Estábamos
conduciendo derecho hacia el amanecer.
El campo
era llano. Una ciudad surgió frente a nosotros,
con sus
ventanas ardiendo con caída de sol.
Todo
aquello se esfumó cuando abandonamos la autovía
y
bajamos por una pradera oscura
cubierta
de latas de cerveza y envoltorios
de
caramelo desparramados,
hasta
que nos detuvimos junto a un viejo Ford.
Primero
el predicador de la radio perdió la voz
después
nuestras cuatro ruedas se desinflaron.
Los
muelles asomaron por la tapicería
como un
nido de serpientes de cascabel,
mientras
tratábamos de mantener la calma.
Más
tarde, aquella noche oímos unas risitas
procedentes
de la chatarra de un coche fúnebre,
entonces
no dijimos ni pío
hasta el
día de la Resurrección
Charles
Simic
Picnic
nocturno
Traducción
de Nieves García Prados
Valparaíso
Ediciones
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