A la memoria de Seamus Heaney
Aprendieron a
escribir con la dicción que cavaba la pala en la tierra de los antepasados que
dormitaban en franjas; a la luz de la ventisca primaveral que ondeaba la ropa
tendida como única bandera de una vida y su refugio. La escritura es la brecha
que secundan la memoria de las polillas y los ladridos del perro sin adiestrar.
La tierra, esa resistencia donde florece el almendro. Heredaron el sudor de
quienes alzaron su mirada contra viento y tormenta. El empeño de aquellos que
esquivaron la amenaza del forastero, que les hablaba en el idioma con el que
estrujar la manera de esbozar cielo, manada, refugio. Se quedaron con el siseo
de las palabras huérfanas y su tendencia a profanar el idioma ancestral con el
que conjurar, a la luna llena, la eternidad y la plenitud de la cosecha.
Ofrenda de santos. La escritura, esa despensa donde reposan las genealogías que
no pudieron clarear la incertidumbre de las alcobas a la luz del horizonte
lunar.
Hasier
Larretxea
Meridianos de
tierra
Harpo libros
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