Ningún
dios
Ningún
dios lo habrá querido, ni siquiera sabido,
ninguno
lo acompañó en su fatiga,
un
sueño, ese niño en el bulevar
que
camina junto a él, rodeado de luz.
Nadie ha
muerto a la hora en que el murió,
ni tomó
su mano entre las sábanas en desorden,
nadie
habrá trabajado nunca junto a él
en el
taller que reemplazó a la vida.
Emerge,
en las palabras que nombran el mundo,
su
silencio, que las niega, que me pide
que yo
imagine otras, mas no puedo.
Nadie
posó su mirada sobre él.
Lo que
pudo haber sido no será.
El
lenguaje no salva, a veces sueña.
Ives Bonnefoy – La larga cadena – La hora presente
Traducción
de Enrique Moreno Castillo
Galaxia
Gutenberg
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