¿Observaste,
dime, el peso de la rama
cargada
de frutos?,
¿la
ubre repleta de alimento?
¿No es
palpable, un dolor,
el
crujir de la madera ya doblada
de
esfuerzo, la fatiga del mamífero
con aquello a cuestas?
De esta misma densidad
es hoy la desdicha.
Sin tocarla,
su consistencia es gruesa.
Dolor quieto.
Teresa Soto – Caídas
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