VEINTICINCO SEGUNDOS
No se trata de estar ausente y sólo,
tampoco es dar la vida.
Es; ser parte de la unidad ardiente
y cercenar la cuerda que nos ata
al poder que vulnera nuestra historia.
Ahora. Justo ahora. Ha muerto un niño.
Y la vida, sin la fuerza,
se la apropian los hombres codiciosos,
los que habitan en casas sin colores,
los que rompen la paz y los silencios
con sus huestes de miedo y arrogancia.
Ahora. Justo ahora. Ha muerto un niño.
Y la música sigue con sus notas
confusas. Y las bolsas se desploman
con la orquesta y el mercado cae a plomo
a un abismo insondable de miseria.
Que es lucro del mezquino millonario.
Ahora.
Justo ahora. Ha muerto un niño.
Los
infelices, pobres sin jornal,
situados
en las listas más largas del desahucio.
Los
bancos asociados al estado,
no
aplicarán su crédito al vencido.
Ahora.
Justo ahora. Ha muerto un niño.
¿Dónde
el proletario? ¿Dónde el obrero?
Recelosos
del que vence,
lloran
el temor sufrido
después
de la contienda y la derrota,
cuando
el sol se olvidó de iluminarnos
—no
encendió su luz en la batalla—
Ahora.
Justo ahora. Ha muerto un niño.
El
tiempo continúa su andadura.
Ya no
hay combates en las calles rotas
y
violentas. Callaron las consignas
y la
lucha, el amor y la esperanza.
Ahora.
Justo ahora.
Ha
muerto un niño asesinado:
otro
entre
los miles
que
nacerán mañana.
Javier
Arnaiz – La voluntad quebrada
Amargord
Ediciones
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