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martes, 1 de marzo de 2016

UNO DE MARZO


Reunión familiar. Del archivo de Pablo Müller



 
Uno

Pablo Müller no aprecia el primer día del mes de marzo, — siempre rememora su tristeza — y cuando  se acerca, vuelve a su casa, cierra la puerta, baja las persianas, apaga las luces y se mete en la cama. Coloca sus manos tapando los oídos, y engulle silencio, se atraca de un silencio que desborda:
El uno de marzo es el día del sonido dolor: sonido de ola de cristal rota, descarnados los oídos con su ira, se encamina hasta el alma mordiéndola, con palabras sordas, palabras azadas, palabras que cavan el olvido, y se instala en la congoja, perceptible en las vísceras. El sonido de un inconsolable llanto, un grito que suplica finalice que nos sea otorgada la sordera y descansar del dolor.
Pablo Müller adormecido por el alcohol, desconectados los aparatos eléctricos, para que el silencio aniquile la jornada, haga desaparecer todos los unos de marzo y con ellos la angustia que agudiza sus oídos, la tristeza que roe su cabeza y el dolor estrépito en su vientre y en su memoria.


 

Dos

Pablo Müller no aprecia el primer día del mes de marzo,  mientras transcurre febrero el sabor del café se hace ácido, después amargo que en la memoria de Pablo Müller guarda la hiel a traición de los pescados.
Por el estómago de Pablo Müller asciende un opaco sabor a saciedad, la instrucción precisa de que no ingiera alimentos, que la tristeza ocupa sus vísceras de amarga sal, y si quedara alguna duda, punzadas de dolor le atraviesan el vientre, amortajándolo para el nauseabundo transitar de la pena.
En ocasiones, Pablo Müller, al abandonar ese estado, descubre entre sus dientes, bajo la lengua, en su garganta, rancias palabras atascadas, asco, salobres letanías que como oración, expulsa al silencioso día uno de marzo, suplicando olvido dulce, perdón dulce, duelo dulce, dolor dulcísimo de amor.
 
 

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