Voces del Extremo, Logroño, marzo de 2016
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«Somos
personas, no cabemos en ninguna palabra.»
Antonio Orihuela
Víctor Ortiz trabajaba en la mina de hierro que arrancó el brazo al hijo
Julián, ¿entra en la palabra minero? ¿en la palabra dolor? ¿culpar puede ser un
verbo reflexivo?
Marcelina Conde recogía las patatas de la huerta pequeña, rojas y negras,
de pólvora y pimienta, para repartirlas luego.
Alfred Nobel pasó junto a aquel lugar, a cada explosión, aullido, herido, viuda, ganaba más dinero.
Aurelio de Villarroel recibió a Alfonso Borbón, el trece, al pie del andén
del ferrocarril nuevo. Unas calles más allá, Pascual Pineda moría, a los 23,
olvidado por la familia que le siguió. Fueron juntos a la escuela ¿entra en la
palabra jornalero?
Manuela López su madre, ¿entra en la palabra pan?
Francisco Pineda su padre, ¿entra en la palabra trigo? ¿en la palabra
obediencia?
Benigno Valencia hacía la guardia en el monte dormido. Le dijeron que
esperara a Don Carlos. Nunca llegó, ¿entra en la palabra alfarero?
Florentina Corres dejó dos fotografías con el traje del domingo, ¿entra en
la palabra tierra?
Manuel Bermúdez vendió las huertas y cogió el camino hacia el mar. ¿entra
en la palabra fracaso?
Lorenza Díez cambió bierzo por lluvia. Murió joven con el miedo. Severo, su
hijo, de retirada del Kalamua entró en Gernika de abril abrasada.
Sus relatos construyen los nuestros. ¿Entramos en la palabra contar? ¿Hay
memoria para tanta vida?
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