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viernes, 2 de agosto de 2024

UN FRAGMENTO DE UNA CON OTROS [EL CUADERNO DE SUS DÍAS] DE C.D. WRIGHT

 





Qué decirle


a la mujer a quien le dieron una bandera doblada y quien

no podía sentarse a pedir un refresco en la farmacia


al boticario que arrancó los taburetes de raíz todavía abierto

a los negocios


al hombre que vive en Reno ahora, jubilado, a quien

detuvieron erróneamente, lo acusaron, lo juzgaron, lo condenaron,

lo sentenciaron.


Se lo llevaron una tarde de verano cuando montaba bicicleta

haciendo entregas para la farmacia.


Una noche lo soltaron. Lo llevaron a casa. Le dijeron que

se fuera. Que se fuera ya.


Su familia recogió el dinero. Su madre le hizo la comida

para el viaje.


Tomó el bus para California. No conocía a nadie.


La gente se ponía pantalones morados.


O el hombre y sus hijos,


a un hijo ya veterano, le dieron una paliza todos los

hombres de las fincas cercanas. Lo esperaron fuera de la cárcel.


Apagaron las luces de la cárcel y los soltaron.


Conocía a cada uno de ellos. Les arreglaba las llantas

ponchadas en las fincas. Así que conocía a cada uno de esos malditos.


Sus hijos salieron corriendo. Uno saltó del paso elevado.

Le dieron al padre tal paliza que perdió un ojo. Le dieron

café caliente en el hispital. Una enfermera le dijo que, si entrara

alguien que no conociera, que le tirara el café. A cualquiera.


Tu gente llegará pronto. Tienes que ir a Menphis.


Qué decir


a los muchachos, ahora dispersos, que reciben la seguridad

social, que ya se fueron de esta vida, o que cuidan a sus padres,

sus nieto, que todavía tienen un trabajo sin salida

a quienes detuvieron, llevaron en buses escolares, y después

en camiones cerrados y los metieron en la piscina drenada.


Muchachos. Camiones cerrados. Puestos en un hueco de

cemento. En la tierra.


Les apuntaron con armas por tres días. Los padres medio

locos.


El sitio lo pavimentaron. Es un parqueo. Pero queda la

estación de bombeo. Solo descuidada.


Le pedí a mi amiga que fotografiara de todas las maneras la

estación de bombeo, su fantasma.


La fotógrafa ve una serpiente y sale corriendo y sube la

ladera con su trípode.


SEÑOR EASTER: A lo mejor una serpiente rata.


Estoy más o menos igual que tú en cuanto a la serpiente.

Todos esos años cerca del río y solo vi una venenosa en tres ocasiones.

Mi mujer tenía miedo de las arañas, pero les quitaba la

piel a las que la gente le traía para una banda de sombrero, cintos

y qué se yo. Le decía que las sacara al portal. No quiero tener nada

que ver con ellas.


Mientras vivía mi mujer, lo mantenía todo bello. Adoraba

las flores. No hago nada ahora que no sea pescar. Antes buceaba

buscando mejillones y después objetos perdidos.


Más tarde ese mismo día conocimos a un trabajador de la

ciudad [jubilado] que dijo que mató una vez una boca de algodón

en la calle, se la vendió por un dólar al dueño de un restaurante,

quien la peló, la fileteó y se la sirvió en una bandeja.


Más adelante esa misma tarde conocimos a un barman

que nos dijo que solo cuatro personas en la historia habían sudado

sangre y todas eran mujeres. Es un lugar que destila un sentimiento

peculiar.




C.D. Wright

Una con otros [El cuaderno de sus días]


Traducción de Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez


Kriller71 ediciones


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