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martes, 16 de julio de 2024

UN POEMA DE MARÍA MARÍN EN LO QUE SE HUNDE

 





LA MEMORIA es un sitio peligroso.

Y pensar es muy desordenado.

Porque de repente

tienes apenas tres años y estás

en una inmensa sala de cine

de grandes butacas rojas.


Los pies no te llegan al final del asiento,

estás viendo los calcetines blancos

asomar por entre los zapatitos de botón

que hace poco fuiste a comprar

con tu madre.


Llevas un vestido rojo de cuadros

o quizá no, pero sí,

te retuerces en el butacón

haciendo frente a todos los nervios

de tu primera vez delante de la gran pantalla.


El telón de terciopelo que la cubre

podría envolver todo un rascacielos

debe pesar un disparate―.


Tu padre te explica que esa sala

ha cambiado mucho, que él iba

a ver películas de indios y vaqueros,

que tu madre se colaba porque tu abuela

limpiaba allí, que el telón está viejo y mal

conservado, que la gente lo hace todo

polvo.


Pero a ti no te importa, tú no lo ves

todavía no lo ves,

y el asombro no deja que la boca

se te cierre, y te estira de las comisuras

de los labios, y te abre más y más los ojos,

y por fin apagan las luces.


El rey león dura en pantalla

quince minutos, después empieza

a atrancarse, lo siguen suspiros

desde la oscuridad iluminada por un

fotograma estático.


Tienen que encender los focos

para iluminar al acomodador,

que ha salido a pedir disculpas:

La máquina se ha estropeado, pero

no se preocupen, canjearemos sus entradas

para el pase de la próxima semana”.

Así que esto es la desilusión,

pero tú no lo sabes

todavía no lo sabes,

porque volverás la semana que viene,

aunque la cara de tu padre diga otra cosa.


De pronto ha pasado el tiempo,

no una semana, ni dos,

aunque la memoria te diga

que de aquello no hace tanto, y te recuerde

que nunca hubo siguiente pase,

que el cine lo cerraron después

de esa función, o que lo demolieron

y no lo reabrieron hasta veinte años más tarde,

pero siendo ya otra cosa.


Qué curiosa la memoria.

Incapaz de traerte un recuerdo nítido

del día de ayer, pero totalmente capacitada

para poner delante de tus ojos un

fotograma estático de una película

que nunca pudiste acabar.


Me miro los pies: todavía llevo puestos

los zapatitos de botón con esos

calcetines blancos.




María Marín

Lo que se hunde


Ediciones Liliputienses


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