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lunes, 17 de junio de 2024

UN FRAGMENTO DE FÁBULAS DEL PERRO VIEJO DE AGUSTÍN CALVO GALÁN

 





*


Pero aquel día se alargó indecible y glorioso, todos lo recordamos. Cuando María señaló el techo, él miró al cielo y se le abrió la boca como si hubiera visto la Santa Compaña pasando por delante.


Pero después publicó aquel opúsculo:


Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander.


Su tranquilidad despareció.


Los días siguientes se hicieron interminables. No eran ya nuestras las horas, ni nada de lo que sucedía.


Unos pocos se asombraron y otros muchos comenzaron a mofarse.


¿Cómo pudieron un puñado de páginas destrozar nuestras vidas, el sosiego de nuestra montaña, la paz del hogar, arruinar nuestros consuelos de aquella manera?


¿Hacernos infelices?


¿Era Don Marcelino un anarquista peligroso, un desalmado revolucionario, iconoclasta y anticlerical, un mentiroso compulsivo, un pintor de brocha gorda?¿Un falsificador?


¿Un republicano?


¿Un rosacruz?


Se dijeron tantas cosas injusta, tantas injurias apestosas, que a media España se le tendría que haber llenado la boca de alacranes y heces.


Hasta en Francia se habían enterado del descubrimiento. Y un tal Cartailhac vino a decir que eran invenciones pueriles de los clericales españoles.


A media Francia también se le tendría que haber llenado la boca de pejesapos y bichas.


Don Marcelino, que era un sabio humilde, paciente y testarudo, me dijo con cierta desesperación: los franceses son gente muy curiosa: admiran y desprecian todo lo que viene de España, las dos cosas con la misma intensidad y a la vez.


Los darwinistas españoles ¿ha habido alguna vez darwinistas en España? También dijeron que eran unas pinturas de una antigüedad imposible, que el arte se perfeccionaba y cambiaba hacia mejor con el paso de los siglos, que los cavernícolas no podían haber pintado aquellas figuras tan magníficas y con tanto detalle porque eran seres poco evolucionados, rudos, montaraces, simiescos, salvajes, casi animales que se cubrían con pieles sin curtir y que comían carne cruda de mamut o de bueyes. Hasta podían haber sido caníbales.


Gruñían.


¿Cómo iban a pintar aquellos humanos inferiores con tanto detalle, de forma tan magnífica?


*




Agustín Calvo Galán

Fábulas del perro viejo


Lastura


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