una vez que compuse todas las páginas, ubico todo en la cinta
y lo engancho a la videosetter para que lo perforen.
después salgo y busco otro trabajo
bajo las escaleras hacia la oficina agobiante donde están Mary
y Rosie y Agnes sentadas bajo la débil corriente de un ventilador.
“aquí debe de hacer mil grados”. “sí, y qué frío en la otra oficina”.
“ya sabes, hay que mantener frías las computadoras”.
subo las escaleras, paso por la administración atrincherada
detrás de sus escritorios enormes que están de camino a todo.
de camino a la máquina de golosinas.
de camino al baño
de camino al comedor.
hago de cuenta que son invisibles.
hago de cuenta que tienen enormes orejas de elefante.
y porque deben pensar que somos estúpidas para
mandonearnos, ellos se vuelven estúpidos.
saben “que algo está pasando” y espían como topos.
¿cómo pueden notar el movimiento de una ceja por detrás
de sus espaldas? Ellos sospechan que los odiamos porque saben
lo que nos hacen; pero solo somos
negros estúpidos, o puertorriqueños locos, o rubias tontas.
somos su alergia, su pesadilla.
nos necesitan demasiado, con su discurso de que “nos pagan”
un sueldo.
nosotras los sostenemos, montones de metal pesado
y aburrido, anticuado y polvoriento.
tratan de controlarnos construyendo divisiones,
y nos espían mientras hablan por teléfono.
nos hablan lento y claro,
¿CÓMO ESTÁS HOY? AQUÍ ESTÁ TU CHEQUE.
Karen Brodine
Mujer frente a la máquina, pensando
Traducción de Gabriela Raya y María Eugenia Soler
Kriller71 ediciones
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