Riqueza
Poseer
es imposible. Ése es el premio.
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Lotes
Un
ablativo absoluto para esconder la alucinada sombra de la sombra. Un pájaro que
silba frente a un pequeño príncipe. Una jaula que el deseo engendra, como una herida
de la gracia.
¡Hagan
sus apuestas, caballeros del jardín, conozcan su Imposible!
La
insatisfacción es goce largo.
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Recomendaciones
No
bebas los besos que viene de noche, sin avisar. No tomes el camino así de alto,
así de lejos, a la derecha y a la izquierda, demasiado: sería como irse de
caricias, como perderse en un vergel nocivo. Siéntate derecha en el pupitre, no
sea que te arrasen músicas sin cauce. Y hazlo con prudencia, con dejadez
ninguna, acostumbrándote al error. Fuera de eso, no te ajustes a nadie, no te
pongas a escapar. El mal está en el mal, sin mirar a quién. Consérvate buena.
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Colores
Un
día aparece la Muerte, estruendosa como es, en la grama del jardín. Sostiene en
la mano un papel.
«Nadie
escribe en mi casa su propio texto», chilla desaforada.
Ni
el zorro la ve cuando esconde un gemelo rojo bajo su manto negro.
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Niño
No
haré jamás un hijo, no importa cuántas lunas con su debida noche me deletreen
el cuerpo. Nunca le daré un nombre, no lo acunaré con sílabas contadas o flores
disidentes. Mucho menos, le haré tramar la tela que empieza donde acaba. No voy
a compartir con nadie la intimidad del duelo, el fruto sabio de la mansedumbre.
Un día como hoy, sencillamente, pondré en la lista de mis atributos: una mujer
que juega sola, una mujer que juega sola y sabe.
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Pactos
Hagamos
una cosa: yo me presento de pronto en el jardín con nada y, por una vez, soy
más grande que yo, soy casi un no soy, un eco impracticable, a punto de alcanzar
su manifiesto impersonal, sin despertar a las abejas, sin perder envión, sin
dejar de sostenerme como sombra que llegó hasta aquí ―aunque
desmejorada―, a
bendecir la vida, no a escribirla.
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Abejorros
Quién
fuera el abejorro que se está sesudo, bordoneando urgencias, como un autor
vacío y, en lo mejor del año, elige dudas para quedarse joven. Sobre todo
ahora, que el jardín conspira contra la prosa, y hace de esa conjura ―amoralmente
ética― un
callejón mal hablado, una cantera de lirismos sucios.
María
Negroni
Archivo
Dickinson
Vaso
Roto Poesía
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