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lunes, 11 de julio de 2022

POEMA VI DE ALGUNOS HOMBRES INSACIABLES DE ALMUDENA VIDORRETA

 


 

 

 

VI

 

 

Llueve y no es octubre ni es otoño

ni estoy temblando como las gotas en el cristal de la ventana.

La incontinencia de mis manos y la orina infecta

y el caos del papel higiénico hecho trizas

parecen llenarlo todo.

 

Los hombres insaciables dejaban el territorio marcado,

las huellas de su paso por el mundo

con un par de charcos diminutos de semen

sobre el gris del gres y en mi vientre.

Tal vez resbalé, caí al suelo.

 

Llueve y recuerdo que me ahogaba cuando supe que llegaba el agua,

y entonces temblé-

sí, temblé,

me dejé llevar por la impertinencia,

por el vandalismo infantil no remunerado,

por los gritos del amante que atormentaba mis sueños diurnos

y bebí unas copas para olvidar.

 

Llueve la lluvia afuera, pero aquí llueve mi orina ensangrentada,

contagiada de no se sabe qué bicho inmundo, invisible,

tan sólo una fuente de infección en mí, que ahora tiemblo de pensar

como temblé cuando se marchó,

cerró de un portazo el ascensor sin apenas ademán de darme un beso

y yo me quedé desnuda,

envuelta en un albornoz más diminuto todavía

con la esperanza cubierta de mojo,

con el sueño cambiado y sin cariño, ni deseo,

ni atención a mis pechos vibrantes

que albergan el ahogo. Vacíos senos de ti.

 

Tan sólo fue un presagio más de los días de tormenta.

 

Llueve desde entonces otra agua,

la orina contenida llueve también, como la lluvia,

y asomo mi cabeza por el retrete para ver su color,

medir el grado de mi enfermedad

retirando el albornoz que aquella tarde

ni siquiera te abrió el apetito.

 

Yo, cuando tengo hambre,

tiemblo.

 

 

 

Almudena Vidorreta

Algunos hombres insaciables

 

Editorial de la Universidad de Lleida


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