El
perro en la puerta de la casa
El
perro en la puerta de la casa
me ve y
se tira al suelo contra la pared
para
decir que quiere jugar ahora.
Lo
acaricio con el pie y le hago cosquillas
y
cuando dejo de acariciarlo se vuelve loco.
Necesita
jugar porque la vida de un perro
en
ningún sitio fue tan difícil como aquí,
Y, de
pronto, mientras se revuelca veo que llora.
¿Está
llorando porque está loco
o por
el viento que no se para?
¿Hace
el viento llorar a los perros?
¿Los
enloquece hasta el llanto?
Nadie
me lo explicó.
Este es
un viaje del norte al sur
y de
las personas a los perros.
Del
miedo se sale con fascinación.
¿Sería
suficiente para quedarme aquí
saber
que podré jugar con este perro todos los días?
Tú no
has estado nunca tan lleno de vida,
no has
sabido esperar en la puerta de nadie,
no has
tenido nunca un deseo de jugar
tan
claro y tan urgente.
Y si lo
has tenido, no lo recuerdas
por tu
bien.
¿Ha
venido a morir a la puerta de la casa?
¿Qué
significa ir a morir a un sitio
que se
parezca a un lugar?
¿Qué
significa arraigarse
en el
último momento?
Todo
esto lo pienso mientras jugamos,
mientras
miro cómo su cuerpo salvaje
se
mueve bajo mis pies.
El
perro tiene memoria del miedo que me daba
y que
podría despertar en cualquier momento,
pero ni
él ni yo damos ya nada por hecho
ni nada
por perdido.
Tú y yo
no nacimos para estar en casa
sino
para elegir una puerta
y
esperar que alguien quiera jugar.
¿Quién
eres en la puerta de mi casa,
la vida
o la muerte?
Pablo
Fidalgo Lareo
El
perro en la puerta de la casa
Ediciones Liliputienses
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