Abre la
mano y ve un caracol.
Toca
la concha y palpa la rugosidad leve de un pliegue movedizo, frío, la troncha de
un pómulo sin astillar. Es frágil. Una membrana ondulada y reseca. MI corazón
es esto. Lo gira y la otra parte parece una muesca de lienzo crudo. Dos líneas
circulares de idéntico grosor como la leche recorren la capa. El opérculo está
cerrado. Pero no de baba, sino de barro. Está muerto. Ha esperado tanto tiempo
la forma del reencuentro. Sabía que ella volvería aunque fuera únicamente para
recordarle el líquido de su traición. Y es ella: ha regresado. Es ella y está
muerta, ha vuelto muerta, seca en un rizo de hueso dentro de su puño el día en
que va a desaparecer en el espacio del desierto.
Lola
Nieto
Caracol
Ril Editores
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