CEREMONIA
Callados,
todos
en silencio
mirábamos
por televisión la producción de la patata
sin
tierra.
Sin
decir palabra mirábamos la noticia atónitos, sin apartar
la
vista de la pantalla
(e
incluso interrumpieron la partida los que estaban jugando
a las
cartas).
Patatas aeropónicas, limpias, sin patógenos…
Nadie
abría la boca,
y
mientras veíamos las imágenes levantábamos nuestros
botellines
y
bebíamos para brindar por el fin
de los
malos tiempos.
Por el
progreso, por la ciencia.
Por la
producción controlada, por la historia
de la
humanidad,
por
Colón que describió América y acabó con nuestra
hambre
pero no con el dolor de no pasar hambre.
Brindábamos
por tanto como se ha trabajado para juntar
lo poco
que unas manos pueden llegar a juntar.
Por fin
esto se había acabado y brindábamos por ello.
Por
nuestro desarraigo, para que no nos humille más.
Por el
fin de la tierra y cuantas desdichas nos ha dado,
para
que su sudor, para que su dolor no nos tenga
que
achicar y buscarnos la medida.
Para
que nunca nos tenga en cuenta, brindábamos.
Y
bebimos un trago más antes de que alguien nombrara
el día
que había que excavarlas;
y luego
otro dijo que él ni con tierra las hacía gordas,
pero ya
ninguno lo escuchábamos.
Los que
estaban jugando, continuaron la partida,
y sólo
los que estábamos en la barra nos apuramos las
cervezas
y pedimos otras.
Y de
golpe se acabaron las celebraciones.
Y nadie
dijo más.
Víctor
Angulo
Una
casa victoriana
Papeles mínimos ediciones
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