II
⁰⁰⁰
Palomas inquietas por doquier
y el miedo del poema
que asustado
alza el vuelo
al más mínimo
movimiento.
Tiro miguitas de pan
para que las palabras se queden
quietas.
Pronto
sólo queda
un picoteo
tras la menor
migaja
de significado,
sin frase
y cruel.
Pronto sólo
una legítima
violenta paz.
⁰⁰
Entonces la luz irrumpe
de repente en el interior
y se grita a sí misma
a la cara
cuando nacemos.
Pero más absurdo
y bello
como en una imagen residual
del dolor
los ojos escuchan
a la luz,
que es blanca y fluida
como la leche.
Y mientras bebemos,
escuchamos la sed
que se apaga.
⁰⁰⁰⁰
Salgo a la terraza
mientras el crepúsculo abre sus exclusas
y todo se funde
consigo mismo.
Y lo que preguntabas
de la telaraña
y del agua bañada por la lluvia,
quizá,
pero no sé seguro
si el rocío se puede recordar.
Ese rocío que en verano
cubría la telaraña con un vello tan suave
como sólo un milagro puede ser;
aprendí lo que era el trabajo,
que era así,
como la palabra dug, «rocío»,
y si se leyera al revés,
como gud, «dios»
Inger
Chistensen
El
valle de las mariposas
Traducción
de Daniel Sancosmed Masiá
Editorial
Sexto Piso
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