Mi
precioso comandante de madera
con el
pecho lleno de medallas
de
madera, que te cuelgas
a cada
momento en que casi ganas,
quieres
las vendas
antes incluso
de las heridas.
Mi amor
por ti es el amor
de una
estatua por otra: tenso
y
estático. Mi general, enrolas
mi
cuerpo en tu heroica
lucha
por volverte real:
aunque
prometes rescates de bronce
me
sostienes por el tobillo izquierdo,
de modo
que mi cabeza barre el suelo,
mis
ojos están cegados,
mis
cabellos entrelazados de cintas blancas.
Me
convierto en una horda, todas idénticas
y
rígidas, te seguimos
esparciendo
tributos florales
debajo
de tus cascos.
Magnífico
en tu caballo de madera
apuntas
con tu mano adornada de flecos;
el sol
se pone, y todo el mundo
sale al
galope en dirección opuesta.
Margaret
Atwood
Posturas
políticas
Traducción
de Edgardo Dobry y Andrea Montoya
Navona Editorial
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