Para Cristina Morano
Las
gatas buscan atalayas
desde
las que contemplar el mundo.
Ellas
dormitan sabiéndose a salvo;
yo me
amurallo tras un libro.
Dice el
poeta Rigo que la última
coraza es
la lealtad.
Las hembras
nos correspondemos:
el
mundo es un peligro a nuestra disposición.
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Tuvimos muchos hijos la intensidad y yo.
Los llamamos errores.
Ahora me siguen como niños en la calle.
Adóptanos, lloran. Danos tus apellidos.
Reconócenos. No nos abandones.
Y yo les digo: ¿no hicisteis vosotros
también daño? ¿No me desgarrasteis
al salir? ¿No me alejasteis de la inocencia?
Nos gritamos de una acera a otra.
Desde el pasado llegan multitudes a observarnos.
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A mi madre le enseñaron
el más triste aprendizaje:
sentirse culpable
de su alegría.
Con su letra esforzada
ella copiaba las penas
diez veces, cien veces, mil.
La risa era un borrón
en el cuaderno.
Madre, en este caso honrarte
será desaprenderte:
cantaré siempre a dos voces.
Ana Pérez Cañamares
Será ser mujer
Planeta Clandestino #220
Ediciones del 4 de agosto
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