VIII
Emily
Dickinson ha abierto la verja de su casa en Amberst.
Virginia
Woolf ha comenzado a vaciar sus bolsillos de piedras.
Alfonsina
Storni se ha dado media vuelta y camina hacia la orilla.
Alejandra
Pizarnik ha guardado el tarro de Seconal en el cajón.
Anne
Sexton ha quitado la llave de contacto de su coche.
Sylvia
Plath ha cerrado ha espita del gas.
Marina
Tsvetáyeva se ha bajado de la silla.
Frida
Khalo pide su cama con ruedas.
Elizabeth
Bishop jura que es abstemia.
Todas
han vuelto para patear sus penas.
—————————————————
XIV
Cuando hablas de la madre muerta, hablas de mi
madre.
Cuando hablas de los golpes en su costado, hablas
de mi madre.
Y hablas de mi madre también cuando hablas
de la que tuvo que irse de su casa, de la desahuciada,
de la que hablaba sola por la calle,
de la enferma, de la achicharrada.
Hablas de mi madre, poeta sentado en tu escritorio,
con tu bolígrafo de la suerte, con tu musiquita cool,
hablas de mi madre y de todo lo que no sabes
como si supieras, como si hubieras odiado
a este desequilibrado mundo, como yo lo odié
mucho antes de tú compraras en el chino
un cuaderno de pastas floreadas.
—————————————————
LA DEPENDIENTA DE BERSHKA
La dependienta de Bershka
no sabe quién era Nirvana
ni por qué Kurt Cobain se quitó la vida
en una buhardilla un día de lluvia.
Aunque mañana tiene que colocar
en la primera batea a mano derecha
una pila de camisetas con su logo,
ella no sabe quién era Nirvana.
No le suena de nada.
Pone cara de póquer cuando le pregunto
y ataca por el interfono:
“Vanessa tú conoces la referencia de la camiseta de…”
Y me interroga con la mirada
y yo le repito “Nirvana”
y le apunto que es blanca y negra
y me pregunta la talla.
Y yo me pregunto si no sabe
qué aquel verano bailar “Lithium”
—con los ojos cerrados,
con aquel vestidito de florecitas—
una y otra vez, una y otra vez
hasta que me dolían los pies
—más que el alma
más que el mismo dolor—
era la única playa habitable.
La dependienta de Bershka
me da la camiseta.
Doce euros, me dice la cajera.
Y yo me llevo mi revolución
—perfecta y doblada—
en una bolsa de plástico.
Carmen Ramos
Cuaderno de Laboratorio
Ilustraciones de Francisca Alfonso
Poesía Feroz
No hay comentarios:
Publicar un comentario