Se hacen
preguntas
que no
sirven para nada,
que no
le llevan a ninguna parte,
como
quien escribe poemas en un papel
y luego
les prende fuego.
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Confundiome
el amor
con uno
de sus soles.
Llevábalo
yo al muslo,
a modo
de cilicio,
con el
orgullo de los tontos.
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Escucharle
es cubrirse
la cabeza con una toalla.
Inclinarla
sobre su boca
como si
fuera un barreño con vapores de eucalipto.
Inspirar
repetida y profundamente.
Descongestionarse.
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Había en
sus palabras
toda
clase de aves migratorias.
Mi corazón
bajaba crecido
a causa
del deshielo.
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Arrastrada
soy por el desagüe de sus ojos,
diseñados
específicamente
para
drenar el agua de las tormentas
hacia
la corriente.
Hacia la
corriente de qué
carece
en absoluto de importancia.
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Ojalá estuvieras
aquí.
No haríamos
nada
más que
hacernos compañía.
Tenías razón.
Hacerse
compañía es un acto heroico.
Ojalá estuvieras
aquí.
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La historia
se ha contado.
Los poemas,
dispuestos
como
flechas incendiarias
sobre
la vela y la cubierta.
Es hora
de que este
libro se adentre
en la
niebla
como un
barco funerario.
Isabel
Tejada Balsas
Vikinga
Huerga
y Fierro editores
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