SE
ACABÓ EL JUEGO
Mi querido
hermano, ¿cuándo construimos una balsa
y vamos
cielo abajo?
Mi querido
hermano, pronto la pesada carga
hará
que nos hundamos.
Mi querido
hermano, trazamos sobre el papel
países y
vías de trenes.
Ten cuidado,
aquí, junto a las líneas negras
volarás
por los aires con las minas.
Querido
hermano, entonces quiero estar atada
al mástil
y gritar en voz alta.
Pero tú
saldrás a caballo del valle de la muerte
y los dos
huiremos juntos.
Despiertos
entre gitanos y en desierto,
la
arena nos cae de los cabellos,
tu
edad, mi edad y la edad del mundo
no
pueden medirse con los años.
Que ni
los cuervos astutos, ni los pies de las arañas
te
engañen, ni la pluma en el seto,
tampoco
bebas ni comas en el país de Jauja,
es pura
apariencia la espuma en los jarros.
Sólo gana
quien en el puente de oro aún sabe
la
palabra para el hada rutilante.
Debo decirte
que se deshizo al derretirse
en el
jardín la última nieve.
De muchas,
muchas piedras están nuestros pies lastimados.
Se cura
uno. Con él saltaremos
hasta que
el rey niño, con la llave de su reino en la boca,
nos
venga a buscar y cantaremos:
¡Es una
época feliz cuando brota el hueso del dátil!
Todo el
que cae tiene alas.
La dedalera
roja borda la mortaja de los pobres
y tu
carta de corazones se hunde en mi sello.
Hay que
ir a dormir, mi amor, se acabó el juego.
De puntillas.
Los camisones blancos se hinchan.
Padre y
madre dirán que hay fantasmas en la casa,
cuando intercambiemos
nuestros alientos.
Ingeborg
Bachmann
Poesía completa
Traducción
de Cecilia Dreymüller
Editorial
Tresmolins
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