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sábado, 12 de septiembre de 2020

UN POEMA DE BOTÁNICA DE ASHLE OZULJEVIC

 

 

 

 

Dejarle la flor a la planta

permitir que se transforme en fruto

sabiendo que eso detendrá su crecimiento

hacia dimensiones magníficas

ramificándose hasta invadir todo

jardín y continente

 

transformar el ardor en plena avalancha, hacer

que el amor inhiba su crecimiento para que mute

desde la euforia del deseo

a la energía latente y contenida del botón

dejar

que a su ritmo se vaya abriendo pétalo

a pétalo

el germen de quizá qué

 

observar que el pecho encuentra sosiego

bajo la luz oceánica

sin viento ni sonido ni movimiento                                                  siquiera

 

verlo venir entre la marea

de yerbas que pinta el monte

distinguir su gozo cobijado

en la certeza de calma

 

suave inmersión

en la dicha húmeda de la selva

oleaje o mujer

 

sonríe atravesado por la luz de la costa

sus ojos vegetales contactados conmigo

entre la espesura de algas y muscínea

 

reafirmo:

dejarle la fruta al talo

y a su geotropismo negativo

confiar

así lo designan los meristemas apicales

preferimos siempre frutales

a eudicotiledóneas arbóreas

 

permitir que lo voluptuoso

que el mareo libidinal

caiga cual hoja seca para abonar los brotes tímidos

que a su ritmo van tanteando el solcito que baña el puerto

la   calma   al   salir   de   la   rompiente   para   yacer   en   la   arena

 

albor ultramarino

hey

el tiempo cesa

y enmudece

bajo la ola

 

hundidos

suspendíamos la superficie por cuarenta y ocho horas

acostumbrados a crecer en el diluvio

los pterocarpus officinalis

 

la humedad que le dejaba sobre el pecho

en esa habitación de cara al Pacífico

el torrente de mi semilla

cuando desde dentro

sentía aproximar

la suya

mientras me pedía

que lo riegue

que lo empape

que lo inunde.

 

 

 

Ashle Ozuljevic

Botánica

 

Ediciones Liliputienses


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