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jueves, 17 de septiembre de 2020

SEGUNDO TANGO DE LA BELLEZA DEL MARIDO DE ANNE CARSON

 

 

 

II. PERO UNA DEDICATORIA SOLO ES AFORTUNADA SI SE REALIZA EN PRESENCIA DE TESTIGOS. ES ESENCIALMENTE UNA PÚBLICA RENDICIÓN COMO LA DE ESTANDARTES EN LA BATALLA

 

 

 

Sabes hace años estuve casada y cuando se fue mi marido se llevó mis libretas.

Libretas con espiral.

Ya sabes ese frío y ladino verbo escribir. Le gustaba escribir, no le gustaba tener que empezar

él mismo cada pensamiento.

Utilizaba mis comienzos con varios propósitos, por ejemplo en un bolsillo encontré una carta que había empezado

(a su amante de aquel momento)

que contenía una frase que yo había copiado de Homero: εντροπαλιζομένη, es como cuenta Homero

que Andrómaca se fue

cuando se separó de Héctor: «mirando a menudo hacia atrás»

bajó

de la torre de Troya y fue a través de las calles empedradas a la casa de su leal

marido y ahí

con sus mujeres entonó un lamento por un hombre con vida en su propia morada.

Leal a nada

mi marido. ¿Entonces por qué le amé desde la temprana adolescencia hasta entrada en la madurez

y la sentencia de divorcio llegó por correo?

La belleza. No tiene mucho secreto. No me da vergüenza decir que le amé por su belleza.

Como volvería a hacerlo

si se acercara. La belleza convence. Ya sabes que a belleza hace posible el sexo.

La belleza hace al sexo sexo.

Tú lo entiendes mejor que nadie… silencio, pasemos

 

a las situaciones naturales.

Otras especies, que no son venenosas a menudo tienen coloraciones y estampados

parecidos a las especies venenosas.

Esta imitación de una venenosa por otra especie que no lo es se llama mimetismo.

Mi marido no era mimético.

Hablarás son duda de los juegos de guerra. Me oíste quejarme a menudo

cuando estaban aquí toda la noche

con los tableros tirados y tapetes y lucecitas y cigarrillos como la tienda de Napoleón,

supongo, ¿quién podía dormir? Después de todo mi marido era un hombre que sabía más

acerca de la batalla de Borodino

que sobre el cuerpo de su propia mujer, mucho más. La tensión se derramaba por las paredes

y el techo,

a veces jugaban desde el viernes por la noche hasta la mañana del lunes sin parar,

él y sus pálidos y furiosos amigos.

Sudaban mucho. Comían carne de los países en los que jugaban.

Los celos

no eran precisamente una pequeña parte de mi relación con la batalla de Borodino.

Lo odio.

¿Ah, sí?

Por qué jugar toda la noche.

Es en tiempo real.

Es un juego.

Es un juego real.

Es eso una cita.

Ven aquí.

No.

Necesito tocarte.

No.

Sí.

Aquella noche hicimos el amor «de manera real», cosa que no habíamos intentado

aunque lleváramos seis meses casados.

Gran misterio. Ninguno de los dos sabía dónde poner la pierna y hasta hoy aún no sé

si lo hicimos bien.

Parecía feliz. Eres como Venecia dijo encantador.

A la mañana siguiente temprano

escribí una breve conferencia («Sobre la desfloración») que me robó y publicó

en una pequeña revista trimestral.

Por encima de todo esa era una característica interacción entre nosotros.

O debería decir ideal.

Ninguno de los dos había estado nunca en Venecia.

 

 

 

Anne Carson

La belleza del marido

– un ensayo narrativo en 29 tangos –

 

Edición y traducción de Andreu Jaume

 

Lumen


 

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