DON Y
OFICIO
Es bueno
que se te resistan las palabras,
que no
sean acuarela sino mármol,
obra de
cantería.
Que tengas
que percutirlas con escodas,
esperar
a escuchar el ritmo en tus oídos
y
volver, con más empeño, a dar el golpe.
Que sientas
el rigor de trabajar
en las
entrañas recónditas
del
universo,
donde
yace la pieza que deseas.
Tu trabajo
es, entonces, desbastar, pulir, lijar
hasta que
el roce con la piedra
te abra
heridas.
Cuando tengas
que empezar el acabado,
la
finura de los últimos detalles,
recordarás
que también con un buril
se
grabaron las primeras formas de escritura.
Es bueno
que te canses,
que se
te ponga tozuda la materia
y a veces
sufras
la
monotonía de labrar en vano.
Así cuando
el poema, ligero, emprenda el vuelo
y lo
veas palpitar, sabrás que en él
está
presente un soplo que no vino
de la
sola pericia de tus manos.
Marcela
Duque
Bello
es el riesgo
Adonáis
Ediciones
Rialp
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