Oficios
Alguien
se topa con el vacío, suspira y concibe un sendero.
El origen
de los caminos es húmedo, y a falta de alquitrán,
alguien
los pavimenta con quintales de arenas movedizas
hambrientas
de hormigas y otras densidades de la noche
para
oscurecer, granulándolo, el camino, fresco aún.
Pero entonces
alguien que también colorea calabazas
puntea
el camino con guiones pisados, cortos y largos.
Los criadores
de formas metálicas exponen sus piezas
a
través de un camino que empieza a parecer un cuento.
Alguien
atornilla los pies subterráneos del camino
a las
manos de los factible, limitando voluntades.
Y yo,
con mi destornillador de siempre, deshago la presión,
aflojo los
tornillos un cuarto de vuelta, algo muy leve, lo justo
para
que el camino funcione correctamente y a la vez permita
cambiar
la ruta a alguien que, en algún momento, advierte
que ese
camino no es el suyo, que no debe seguir en él.
Después
de mí, el camino está listo para recorrerlo;
espero un
poco para ver quien lo transita,
saber
quién es ahora, quién, la primera persona.
Me vuelvo
a casa, estoy cansado, ya lo he visto:
el
último camino fue estrenado por un ratón de campo.
Elena Román
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