ODA A UNA ACAMPADA
EN NUEVA INGLATERRA
Conducimos
atravesando un parque nacional,
él dice
que se tardaría un verano entero
—desde la última helada hasta la primera escarcha— en recorrer
el Sendero de los Apalaches. Te envías a ti mismo
paquetes de comida deshidratada para dos semanas
a docenas de oficinas de correos de pueblos
pequeños…
Imagino, por un momento, cómo sería eso
de levantarse con la primera luz y dirigirte a tu
pequeña
letrina cavada a mano: hoyos llenos de mierda
de meses, como la línea
de puntos que señala la ruta del barco
de Vasco de Gama en el mapa, y luego prender
el carbón con palos y hacer fuego para el día que
comienza,
hervir agua para el café, empaquetar una docena
de terrones de azúcar para cada día,
168 para dos semanas,
una bolsa como un edificio hecho de habitaciones
luminosas,
luego levantar el campamento y caminar por donde
otros lo hicieron antes. Por un momento imagino
ese viaje de verano. Después me pregunto
qué parte del temor que muchas mujeres
tienen a los peligrosos hombres que andan por los
bosques,
sienten a su vez los hombres hacia esos hombres
peligrosos
que andan por los bosques. ¿La mitad? ¿Un cuarto?
¿Una milésima? Y cuánto de nuestro miedo se debe
a que durante la violación pensemos en la posibilidad
de que ese hombre nos mate cuando haya acabado.
Perdonadme, pinos y hayas, abetos y lárices,
perdonadme,
ramas y hojas, acículas y piñas,
telarañas, líquenes, nidos,
libélulas que habitáis
el aire donde hayáis vuestro sustento,
perdonadme caballitos del diablo que batís
las alas en la tela de la araña y súbitamente
remontáis
el vuelo, perdonadme por hablar de estos episodios
aquí, en vuestro hogar de fronda y armonía.
No puedo, por mi naturaleza temerosa,
pasar ahí un verano.
Sharon Olds
Odas
Traducción de Elvira Sastre y Juan José Vélez Otero
Valparaíso Ediciones
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