La boca de la ola se abre para
engullirnos como si persiguiera una cuchara que le alejan de los
labios.
De su garganta pende una campanilla
con forma de gota de agua, la tocamos y la bajamos por su tráquea
para ver dónde están los pulmones del mar.
¿Qué puede haber mejor que esta
sustancia mezclada y principal de sal y luces?
La punta de la ola va hacia delante y
la base corre hacia atrás y así nos acercamos también a las
personas que no hacen surf.
Ser atraídas y repulsadas es tensión
agotadora porque queremos amar pero queremos huir.
El labio adelanta a la base de la ola
y la cresta se suspende durante un instante sin columna de agua sobre
la que sostenerse.
Así se abre un hueco cóncavo en todo
el brazo, un tubo de agua que cae con el movimiento de un rizo.
Es la escritura del mar y podemos leer
sus letras en nuestras mejillas encendidas.
Hacemos todo menos lo que se supone
debiéramos hacer y así vamos tejiendo una cadena de sucesos que no
son ni los esperados ni sus contrarios ni sus complementarios sino
lo que decide la purísima suerte.
Así vivimos en constante novedad y en
constante estreno del mundo.
Hay un deseo inagotable de recambio y
por ningún lugar nos aparece la culpa.
Susana Barragués Sainz
Surfing ecstasy
Ediciones Leteo
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