CANTO ÚLTIMO
Ahora los dos hermanos están enterrados
bajo la encina
junto a la cruz torcida de la condesa
que tenía cuarenta fincas
y un coche de caballos con las ruedas de
goma.
De Pascua a Navidad los dos hermanos se encerraron
en la casa
y no pusieron ni un dedo en la ventana.
Después se supo que uno de los dos
tenía al otro metido en el armario, a
pan y agua,
farfullándole blasfemias.
Cuando la monja enfermera
tiró la puerta
parecían dos sacos de basura.
Y en el hospital no llegaron a estar ni
una semana.
Estaban acostados en sus camas,
apenas separados por una silla,
sin mirarse a la cara,
pero cogidos de la mano.
Tonino Guerra
La miel
Traducción y prólogo Juan Vicente
Piqueras
Pepitas de Calabaza
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