PEDAZO
Describe la tormenta como animal,
acecha, amenaza, luego pasa,
amordazada, anudada, prieta.
Hay un montón de carbón
que tapa la entrada.
Pone cuidado en lavarse, esquiva ese
olor
a carne pequeña, esa leve náusea.
La música no emociona, pero apacigua,
sosiega.
La oigo muy lejos, se le va encogiendo
la voz.
Ahí, entre el recuerdo de lo negro en la
entrada
y los yerbajos, la herida sigue
profunda,
la tierra mojada secándose, removida.
La niebla sofoca el ruido
llega fría a los pulmones.
Duele aún, aunque alivia.
El cerco abierto se adelgaza
roto, se bifurca.
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R
Se va curando la herida del rayo.
Se tapa, se cubre.
Se transforma abajo. Se cose por dentro,
casi costura de hilos fundidos con la
piel, por el sudor.
Corre detrás del tren con un gorro de
lana blanco, calado.
La madre amamanta a otros en un vagón de
madera.
La niña corre tanto como el tren lento.
Lo alcanza. Es otro tiempo el de ella,
el tren, el flujo
de la madre. En el poema se siente a salvo.
La madre tiene otros asuntos. A veces
pasa por delante
vestida de rojo, las piernas vendadas,
pero de su rostro
sigue emanando una luz: haz como si
siguiera a tu lado.
Eli Tolaretxipi
Incidental
Ediciones
Trea
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