MONEDA
OBSIDIONAL
Mira esa
moneda que ocupa casi
la palma
de tu mano,
la
distancia secreta
entre tu
voz y tu pupila, entre
tu amor
y el llanto.
Moneda,
ay, tan contante
y
sonante que en silencio recorre,
como un
escalofrío,
con su
cara de niña y con su cruz
de
tragedia, la extensión
de tu
sueño, el vuelo de tu angustia.
Mírala
bien y observa
el
brillo de su terco metal, ya gastado y aún bello,
su
efigie conocida,
la cifra
que veneras.
Y no
tiembles y muerde
con tus
dientes curtidos
su dura
devoción,
prueba
su ley, y ahora,
apretados
los ojos
y el
aliento
en
suspenso como el rodar de un mundo,
lánzala
al aire, arriba,
arriba y
por encima
del
alcázar que en soledad habitas,
del
jardín que te envuelve,
del
halcón que te caza,
más
arriba del muro
de tu
ciudad sitiada, más arriba
del
grito y del incendio,
del
fragor de las armas,
del humo
de ti mismo.
Y, al
fin, cuando el tañido
del
golpe del metal contra la piedra,
menos
dura que un corazón apenas,
te
anuncie el veredicto,
ya no
dudes.
Una
última vez vuélvete y mira
tu
señorío en llamas,
la tarde
ensordecida,
la
oquedad estéril que acuña el horizonte.
Conrado
Santamaría.
La
noche ardida
Ruleta
Rusa Ediciones
Una pero que muy agradable sorpresa, Pablo. Besarkadak eta eskerrik asko.
ResponderEliminarUn abrazo grande, Conrado
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