Martillo
y clavo
Lo
confieso:
Tengo un
martillo en la punta de la lengua. Apareció un día, así, de
repente, junto a todas las hembras que sou.
Ahora
dudo que sigas queriendo comerme la boca.
A no ser
que tú tengas un clavo, o que mañana te aparezca, así, de repente.
Y aún sangrando, me digas: “tenno un cavo en la puta de la legua”.
En ese
momento me voy a reír y voy a ponerme tierna. Pero, aún así, aún
con todo, aún estando el martillo y el clavo preparados en las
puntas de nuestras lenguas... voy a dudar de que sigas queriendo
comerme la boca.
Porque,
te he dicho lo del martillo, pero no lo del laberinto en el coño.
Supongo que me estás entendiendo.
Es tan
complicado como ir corriendo a hincarte un clavo en la punta de la
lengua cuando te cuente lo de mi martillo.
O tan
sencillo como comerme la boca,
así,
sin más, sin dejar que me explique,
y me
lleve la sorpresa
de
tengas dentro
lo que
tengas
que
tener.
Supongo
que me estás entendiendo.
Maleducados
No hay comentarios:
Publicar un comentario