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domingo, 8 de abril de 2018

BENI ENSAR Y OTROS DOS POEMAS DE LAURA CASIELLES




BENI ENSAR
INVENTARIO


Al llegar a la frontera encontramos

la larga hilera encinta de sueños y de angustias,
las armas preventivas, las cargas de prejuicios,
los cristales tintados y los salvaconductos,

las miradas inquietas, los rostros suplantados,
las trescientas razones que hay detrás de los viajes,

las cartas que enviaron amantes de ambos bandos
perdidas en vagones varados en las vías,

controles, instrucciones, listados y requisas,
idénticos guardianes con distinto uniforme,
un río al que no cabe imputarle la culpa
de no tener dos orillas, los pájaros que cruzan
el tiempo de la espera,

y a ambos lados de un trazo sin duda discontinuo
dos carteles que indican direcciones opuestas
y dicen en dos lenguas que un día fueron la misma

que a este lado, las casas y la gente,
que hacia el otro, las gentes y las casas.


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SIDI KAOUKI
ZONA TEMPORALMENTE AUTÓNOMA


Hay mujeres que escriben
donde las mujeres no hablan,
hay prácticas pacíficas
que derrocan a reyes sanguinarios,
hay poemas que aciertan,
mercaderes que hacen regalos,
hay música en mitad de la batalla,
fresas entre las matas,
hay gente que se encuentra y se entiende, hay
súbitos, sorprendentes, triunfos del amor sin condiciones:

hay párrafos
hay pequeños y precarios paraísos

por los que caminamos
como una larga playa de un mar bravío,
en la que huele a pescado a la brasa y se ríe y se baila
y se juega sin reglas y nos balanceamos
al unísono en grandes hamacas de tela roja
y todos nos abrazamos y olvidamos todos,

y todos vehementemente olvidamos,

olvidamos todos con alegre vehemencia

que antes o después
se va a terminar
el fin de semana.



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SUK SEBT*
HOMENAJE A LAS HERMANAS


A veces, las mujeres que admiro lloran.
Lloran polen, lloran piedra, lloran plumas caídas de estornino débil
y aceite quemado sobre la arena gris.
Lloran porque no encuentran
el hilo del buen amor,
lloran porque su voz no es una columna de mármol,
lloran por el peso del río.

Hay mujeres que admiro y no conozco y a veces lloran.
Supongo que también les arden bulbos en las entrañas
y tienen en el jardín
tumbas de cedro.
Otras mujeres llevan
el fardo prieto de veinte siglos sobre los hombros.
No tienen mucho tiempo para llorar, pero, a veces,
manantiales y pozos y olas se les caen a las manos.

El charco crece lentamente, alcanza el mar de los charcos de antaño.

Se evapora, llueve.

Lustrosas espigas se hinchan
en un huerto de otra parte.

    *El 1 de marzo de 2011, poco después de que las revueltas populares triunfaran en Egipto y Túnez y mientras los ciudadanos libios trataban de seguir ese ejemplo, en la ciudad de Suk Sebt la joven marroquí Fadua Larui, de 26 años de edad y madre soltera, se inmoló después de que le fuera denegada por no tener marido una vivienda social que había solicitado. La noticia pasó prácticamente desapercibida.



Laura Casielles
Las señales que hacemos en los mapas
Poesía en resistencia


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