Este
cuaderno de las tareas extraordinarias nació como una especie de
terapia. Tenía unas premisas: debía estar en la mesilla de la
habitación donde durmiera, debía escribir en él nada más
despertarme, debía servir para recoger el impulso de los sueños
para encarar mejor los días y sus rutinas. Y todo por un malestar
laboral.
El
cuaderno evolucionó pero mantuvo lo esencial: debía escribirse a
mano, a lápiz, tal vez porque la amenaza de poder borrarse daba a lo
escrito el riesgo de la fugacidad, pero también el deseo de la
importancia. Colocar la fecha y escribir de un tirón sin pausa. Y
nunca superar una página por día.
Luego
ponía a su lado fotografías que iba haciendo con el teléfono
móvil. A veces la imagen que aparece tiene una relación muy
estrecha con el texto, en otras esa conexión está más escondida.
Opino que siempre la hay. Entiendo que proponen un diálogo entre
palabra e imagen.
Lo
comencé en diciembre de 2012 y lo terminé cuando se agotaron las
páginas del cuaderno comprado en una tienda de muebles de origen
sueco, en mayo de 2016.
Me
acompañó a algunos de los viajes que hice en ese tiempo, aunque no
siempre escribí en esos días. En ocasiones estaba meses sin
atenderlo, en otras escribía varios días seguidos.
Es
un cuaderno de tarea, una forma de recoger de lo habitual y rutinario
lo más hermoso y sustancial, lo extraordinario. Ese sí era el
primer impulso de su comienzo.
Para
esta edición que se debe al entusiasmo de Jaio la Espía, y su A
Fortiori Editorial, he vuelto a reescribir los textos seleccionados.
Sólo he corregido errores ortográficos y gramaticales, intentando
mantener la efímera escritura del instante y el lápiz. He podido
descubrir que incluso cuando lo transcribía con el objeto de que
fuera legible debía escribir hasta el final del texto y/o la página
porque de otra manera las palabras se desinflaban y dejaban de tener
el sentido que las animaba.
Algunos
textos pueden leerse como notas de diario, otros como pequeños
poemas. Muchos están escritos a mi hijo, otros están escritos sobre
mi padre. No tener más reglas que recoger las tareas extraordinarias
de los días nos permite ser directos con la importancia, con las
ganas de vivir, mejor.
Singular, profundo, pensado especial como tú eres Pablo Muller...Javier¡¡¡ qué bien suena ese libro.
ResponderEliminarMuchas gracias Loren, un abrazo muy grande
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