Después de echarse sobre la cama
de hacerlo en chiquito y con una risa de
niña sorda
entras al charco, bajas la cabeza
y te sacudes el cuerpo de miles de fibras
de luz
que con torpeza innata
gotean sin dolor la lenta respiración
del gris que te está muriendo en los
brazos
y entras otra vez pero sin hacer ruido
con tu desnudez de adentro libre y
brillante
de algún modo el bosque es cada vez más
grande
y hay alguien pasando los dedos por los
troncos
como arpa sonando la corteza de lo
inamovible
hay cosas que al crecer no hacen mucho
ruido
y así deberíamos ser: silenciosos e
inmensos
una eterna trenza de raíces dentro de
nosotros
definitivamente dentro
María Sotomayor – la paciencia de los
árboles
LE TOUR 1987
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