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domingo, 1 de enero de 2017

HUSOS NOTAS AL MARGEN DE CHANTAL MAILLARD





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48

 

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  Por debajo del discurso, el vértigo. Manteniéndose. En el mí. Perdurando. Lo absolutamente indefinible, como primera, inexpresable y única aprehensión. 49

 

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  Imposible elegir discurso. Imposible sustraerse al vértigo. No tengo voluntad de ceguera. Ya no. Y sé que existir en lo infinito es cosa imposible.

 

  No tengo cauce. No lo lamento. En un infinito caben todos los infinitos. 50

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48  Hablar para curar… ¿Por qué cura el habla? Porque define: pone fines, límites, contrae lo inabarcable. Y los sentimientos extremos lo son. Infinitos por inabarcables, no: inabarcables porque infinitos. Al delimitarlos (al proporcionarles una finitud), se hacen controlables. Así pues, hablar para poder controlar.

Pero el habla tiene lugar en el discurso. Los límites son los del discurso en el que el habla se mantiene. Se mantiene: dura.

49 Es posible salvarse en un discurso. Todo pueblo, toda tribu tiene el suyo. Occidente, aparentemente, ofrece una diversidad de ellos. La libertad —un valor ad hoc para el individualismo— obliga a elegir entre ellos. En realidad, la elección obedece al imperio de un solo y mismo discurso: el mercado. Porque también los discursos son valores de mercado. La demanda es acorde con la voluntad de ceguera. Ésta nos anima a elegir. Elegir un determinado instrumento para la finitud. En Occidente ya no se imponen, no se heredan, no son dados: se proponen.

50 Nómbrense de la manera que se quiera: todo, nada, caos, todos los infinitos van a dar el mismo infinito. Todos (la tristeza, el amor, la muerte, la admiración…) se resuelven en uno solo, sin modulación, pues es la cualidad de lo Infinito lo que en todas las modalidades prevalece. La cualidad se convierte en esencia. Lingüística, pues. Discurso de todos los discursos. Logos. Ya no me es posible seguir en el mundo de los discursos paralelos. Ya no me es afín la parcialidad discursiva. Sólo cabe en mí la palabra Infinito aplicada a aquello que yace bajo todo lo que, en su particularidad, carece de límites y que es lo mismo que aquello a lo que el discurso pone límites, sólo que incontrolable y, en razón de ello, fundamentalmente distinto.

 


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