Playa de Azkorri, julio de 2016 por Pablo Müller
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«La lengua
cantó lo que, de no ser verdad, merece serlo.»
Benito del Pliego
A algunos textos les sangran los márgenes, por eso
una rama de árbol flota en la última ola, todos los
cuerpos
saludan a la playa, el náufrago, perdido, busca
alguien que le encienda el cigarrillo, una palabra
con que comenzar una conversación,
la pregunta es hacía dónde sube la marea,
esa hambre que llega de siglos hay que hacerla de
uno,
hasta la entraña, silbar, no alcance al hijo,
sueño,
el gesto del niño es a la arena,
a las voces del agua contestan todos los jóvenes
con sus cuerpos nuevos,
la pregunta es quién se queda la mejor parte,
a tiempo de las cicatrices a cuenta de los mejores
beneficios,
contables de domingo afinan esos números,
en las bodegas llenas de los mercantes, cada sonido
de marea es respondido por el motor que arranca
un automóvil, un rumor sólido de los molinos de
viento,
la pregunta es quiénes pagaron las aspas de las
hélices,
este saludo al ruego de los barcos, la sal en los
labios
el viento dorado, reconstruir la biografía por los
días
en las playas, todos los mares uno, en todos los
veranos
diciembre, porque con esta luz la playa agranda,
amenaza con colmar el mar, varar todos los cargueros
la pregunta es quiénes son los dueños de esta
playa,
viejos juntos lejos las muchachas rubias, Apostolos
Mangouras, unos a la chatarra rota, otras a los
pasillos
de sus residencias, en esta arena brilla el
pensamiento,
un tiempo, una marea a destiempo, ayer,
trajo este marino de verdad por lengua, vidrio
molido,
la pregunta es quiénes murieron bajo aquel metal
líquido
resto de esquirla, fraguas del otro lado de la ría,
redondos los bordes de todos los ladrillos,
mar naranja y su arena, la espuma de sal y su
química,
las corrientes de los hornos, la escoria del
hierro,
aquí la playa final de los astilleros, sin pregunta,
la pregunta es contra quiénes construyeron el mar,
los perros de la luz,
los perros de la luz.
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