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sábado, 4 de octubre de 2014

EL HOMBRE VIEJO TIENE UNA PUERTA QUE SUENA AL ABRIRSE AL PADRE MUERTO


Gernika, febrero de 2014 por Pablo Müller



«…el mar recordó ¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados.»
Federico García Lorca – Poeta en Nueva York

El día de su muerte recordó
el conductor del coche fúnebre el nombre
de todos sus pasajeros — el pan de sus manos, la sal
para los meses y su luna —,

la mujer cajera
del supermercado: queso fresco, alubias, una bombilla,
tenía un hijo que se llamaba Jon, y era sábado,
el hombre viejo en la fila, pollo, chorizo, patatas, cerveza,
tenía un hijo de nombre Andrés, y era sábado,
— no dormía desde el amanecer de abril, limpiaba iglesias —,
el hombre viejo tiene una puerta de madera
que suena al abrirla al padre muerto:, — llega del taller de rodamientos —,
y golpea el rostro a las bienvenidas.

Ay de los barcos que se llevan a los niños camino de la nueva guerra y dejan a cambio carbón para la forja de las armas…

Ay del soldado que marcha en bicicleta por las calles abiertas del insomnio, sin más hijos que la boca de la mina de donde salen los viejos sin lástima, sin el brazo izquierdo de la dinamita…

Ay del hermano grande que se sube a los barcos para atravesar el océano de la noche y en el agua el espesor del tiempo detiene el viaje,
el frío saludo de la tierra nueva

En la esquina de la avenida alguien escribe los versos en las aceras que pisas, hermano, recién limpias la sangre del desahuciado,

Ay de la sepultura donde gusano es antes que ceniza, donde bacteria es antes que osamenta y de las flores que de boca a boca avanzan domingos a martes, porque esta música es el baile de los bombardeos, de los abriles y los lunes, en los puestos apretados de la plaza del mercado

— en este barro de memoria que se seca al calor de las monedas —
— y otro silencio para la madre muerta —



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